Miquel Rué y el infinito *

Descubrimos la obra de Miquel Rué (Sant Boi de Llobregat, 1929 – París, 1967).

Se nos revela un pintor abstracto -de posguerra- fascinante. Un artista que sugiere las inmensidades y enigmas de las fuerzas cósmicas: un creador que se dirige, pues, a las sensibilidades del siglo XXI. Todo el mundo, los historiadores incluidos, había perdido la pista.

Su historia fue trágica. Tras una vocación humilde, pero decidida en el camino de la modernidad, se marchó a París donde reconstruyó una carrera desde cero. Cuando empezaba a consolidarse un lugar en el sistema del arte de la capital francesa, la muerte le sorprendió en su plenitud, con sólo treinta y siete años. Su esposa, Maria Calero, bastante afectada, guardó su obra, cerrada con cerradura y llave -durante décadas- hasta la fecha. Pese a que logró trabajar con una destacada galería parisina de la época, Suzanne de Koninck, su trabajo era solitario. Hay que tener en cuenta que, a medida que avanzaba la década de los sesenta, cambiaron las sensibilidades y triunfaría el Pop Art. La muerte interrumpió una carrera coherente y valiente.

 Como de un viaje en el tiempo nos llegan estas obras, evocadoras de una belleza desbordante y melancólica. Son imágenes alucinantes de un sueño que, en nuestros tiempos contemporáneos, angustiados y fascinados a la vez por el devenir del planeta, conscientes de nuestra pequeñez, todavía pueden sernos útiles.

 El universo es inabarcable. Sólo podemos imaginarlo. Rué, superando el vértigo, se volcó.

* Texto escrito por el personal del museo