
‘El arte refleja la viva luz de la verdad en la oscuridad de la vida humana’
(Pic Adrian, Réflexions sur l’univers sonore, París, 1955)
La exposición traza un completo recorrido por la obra pictórica que el artista realizó durante esa década y sirve para contextualizar la teoría que él bautizó con el nombre de «esencialismo». Es la primera vez que una exposición se centra en este aspecto tan fundamental de su obra y que tan significativo fue para el desarrollo de su carrera artística. Precisamente en esas obras el artista reproduce su obsesión por la simplicidad y la concisión, al tiempo que busca un equilibrio, insólito en aquella época en la Península Ibérica, entre el ascetismo de la geometría y la libertad del informalismo.
Sus pinturas de la época han sido a menudo descritas por los críticos e historiadores del momento –como Pierre Restany, Gillo Dorfles, Carlos Areán, Juan Cortés o Àngel Marsà– como obras silenciosas y austeras a las que el artista incorpora siempre elementos que tensan la composición con la finalidad de crear una pintura sensible con vínculos con el mundo de la música y la ciencia. Ese equilibrio entre dualidades con el objetivo de alcanzar una anhelada universalidad atemporal era lo que más interesaba a Adrian y lo que siempre se esforzó por conseguir. «El esencialismo, como movimiento, tiene una condición de totalidad (…)», decía él mismo.